jueves, 23 de febrero de 2017

L'État, c'est moi




“El estado soy yo” dijo el Rey Sol, Luís XIV, en 1655 al promulgar un aumento de impuestos. Y parecería que el estado fue es y será solo el gobierno, su estructura y el dinero que maneja.
Pero qué es el estado.
Según una de las acepciones de su significado es una comunidad social con una organización política común y un territorio y órganos de gobierno propios que es soberana e independiente políticamente de otras comunidades.
Es decir que el estado somos todos.
Pero muchas personas parecen escindirse de él para reclamar cosas. Los empleados públicos piden aumento de sueldos y conservación del empleo (que está sobredimensionado), las organizaciones sociales planes, los ciudadanos en general subsidios en las tarifas de los servicios y sigue la lista.
Y muchas veces “el estado” presta atención a ellos y pone “su” dinero para satisfacer el requerimiento. Y en varias de ellas, quien hace efectivo el aporte, el funcionario, actúa como si lo hubiese puesto de su bolsillo ¡Pero es dinero del estado! Y el estado somos todos.
¿De dónde sale ese dinero?: de los impuestos. Y aunque algunos crean que no pagan impuestos porque no están inscriptos en la AFIP ni nada parecido, hasta cuando compran un caramelo lo están haciendo.
Es decir que quienes reclaman dinero al estado están pidiendo algo que tendrán que aportar por otro lado.
Pongamos como ejemplo, para verlo mejor, un edificio de varios pisos con muchos departamentos. El inmueble, los muebles y todos sus habitantes son el estado.
Dentro de él hay bienes personales, departamentos, muebles, ropa, elcectrodomésticos, y otros que son comunes, por ejemplo palieres, escaleras, ascensores, jardines, etc. Y para el mantenimiento de estos últimos cada propietario debe pagar, mensualmente, un monto en concepto de expensas.
En el ejemplo, cierto día, el del octavo F le dice al administrador que no le alcanza el dinero para pagar el consumo eléctrico de su departamento y plantea si la administración no puede costear la mitad de la boleta.
El pedido es aceptado pero, rápidamente, otros propietarios piden lo mismo; algunos también para el gas o el cable.
Entonces la administración nota que no le alcanza lo que recauda por lo que aumenta el monto de las expensas. Pero al ver que, a pesar de ese mayor ingreso, el dinero sigue sin alcanzarle gira, en descubierto en el banco.
El nuevo y mayor  aporte que cada propietario debe hacer provoca que algunos directamente dejen de pagar y otros procuren mayores ingresos.
Por eso la del tercero J le pide a la administración que la contrate para la limpieza de los espacios comunes. Esta, en principio, se niega aduciendo que ya hay alguien que se encarga de eso y que es suficiente. Pero ante la insistencia de la mujer la emplean. Y ahora un trabajo que podía hacer una sola persona lo hacen, en principio dos y, más tarde tres porque la del noveno W pide lo mismo y es aceptada.
De igual manera sucede con el del 2 N y el del 6 X quienes se apuntan para jardineros.
Estos nuevos gastos obligan a la administración a aumentar nuevamente las expensas, a endeudarse más y a descuidar el mantenimiento de las cosas en común tales como ascensores, cañerías generales, tanques de agua, barandas de escaleras, matafuegos y otras cosas.
Con el nuevo nivel de expensas algunos le piden a la administración dinero para su sustento y otros se viven quejando de que los ascensores funcionan mal, las paredes tienen humedad y algunas luces de los palieres no funcionan.
Los nuevos empleados del edificio se pagan su sueldo con el aumento de expensas.
Este estado de cosas crece más y más hasta que en un momento se estabiliza haciendo que lo que cada  propietario paga de expensas aumente cada mes pero también crezca lo que la administración subsidia y que todos se acostumbren a vivir entre cosas que no funcionan.
Pero un día la administración es cambiada y, la nueva, corta los aportes a los propietarios, para la paga de los servicios, diciéndoles que gasten lo que pueden pagar; no echa a los jardineros y las mujeres de limpieza de más pero no les aumenta el sueldo e invierte en el arreglo de todo lo que funciona mal y comienza a pagar las deudas, por lo que no baja las expensas.
Y un día, algunos propietarios, se reúnen para tomar acción porque el dinero no les alcanza para pagar todo lo que antes consumían, incentivan a otros y, entre todos, expulsan a los administradores y vuelven a llamar al los anteriores.
Entonces todo vuelve a ser como antes.
Pero algunos, tiempo después, abandona el edifico después de la caída de uno de los ascensores, que implicó cuatro muertes, el desprendimiento de revoque, que se llevó otras dos y la destrucción de varios departamentos por el deterioro.
Y los que quedaron se adaptaron a vivir eternamente en la decadencia. Son los dueños de las expensas, es decir, de la plata que reciben de la administración.

Son el estado.

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